domingo, 22 de abril de 2018

La felicidad en el Veleta más Alpino. (Escalada del Canuto y la Fidel Ferro)

Hola montañero inquieto.
En esta ocasión os contamos nuestra actividad escalando la norte del Veleta, primero por su canuto y más tarde por la Fidel Ferro.

La felicidad en el Veleta más Alpino. (Escalada del Canuto y la Fidel Ferro)


Sierra Nevada es nuestra sierra y el Veleta una de nuestras montañas fetiches. 
El Veleta es el icono de Sierra Nevada. Es la segunda montaña más alta de la sierra y la  tercera más alta de la Península Ibérica. Es un joya que está a tan solo 3 horas del aparcamiento y es una montaña llena de contrastes: una de sus caras es ejemplo de aglomeración en la montaña, pues por sus nieves se deslizan los esquiadores durante 4 o 5 meses al año. Sin embargo, su cara norte es ejemplo de montaña salvaje y comprometida.

Nosotros, hoy contamos como nos fue escalando su cara norte.

Aquel día en la norte del Veleta encontramos todo lo necesario para hacer una actividad con un gran carácter alpino. 

Hicimos una buena marcha de aproximación, rapel, travesías en terreno expuesto, corredores de nieve de distinta inclinación, picamos algo de hielo y escalamos en roca. Esto acompañados en todo momento de viento intenso y nubes que amenazaban tormenta: Alpinismo en estado puro.


Croquis



Descripción de la actividad.


El día no era el mejor... lo reconocemos.
La noche anterior sopló mucho viento, tanto que la furgoneta donde dormíamos se mecía en un balanceo arrítmico que no nos ayudó a dormir. Bueno, nos mantenía despiertos eso y la dudas sobre qué hacer al día siguiente: ¨¿Intentamos la norte o no? ¿estaremos preparados?¨

La mañana se levantó con viento, aunque  menos del que había soplado durante toda la noche.

Empezamos a subir la rampa que nos lleva desde la Hoya de la Mora hasta las posiciones del Veleta. Pasamos cerca de la virgen de las Nieves, a la que saludamos sin pararnos.


Virgen de las Nieves

En el camino nos encontramos las complicaciones típicas: alguna nieve blanda que nos enterraba hasta las rodillas, rachas de viento fuerte y alguna estrecha grieta sin peligro, pero que nos hacía recordar glaciares de otros lugares. Así llegamos a las posiciones del Veleta. Un rato estuvimos por allí dando vueltas hasta localizar la cabecera del rapel que permite bajar al corral del Veleta.

Cuando la habíamos encontrado, vivimos uno de los momentos más bonitos, emocionantes y auténticos que hasta entonces habíamos vivido en la montaña: Nos sentamos un buen rato en las rocas. Sin siquiera escuchar el fuerte viento, cada uno en silencio y mirando la montaña pensaba y se preguntaba si ese era el día correcto. Cruzábamos pocas palabras y muchas miradas, pero no hacía falta más, nos entendíamos perfectamente. Era una conexión y una comunicación sencilla y eficaz entre nosotros y la montaña.

Así trascurrieron unos minutos, con un simple... ''Sí, venga vamos'' nos pusimos en marcha y empezamos a sacar el material para bajar al corral.

Alvaro bajó primero los 40 o 50 metros que separan las posiciones del corral. Este era el punto de no retorno, una vez  abajo, la mejor forma de subir era por la norte. Después Juan hizo lo propio.


Álvaro en el rapel.

Tras el rápel llegamos a una pendiente de nieve y empezamos a movernos haciendo una travesía que nos dejará al pie de la cara norte. La travesía nos resulta incomoda llegando a hundirnos hasta las rodillas.


Álvaro en la travesía.


Juan en la travesía,

Seguimos rápido, el tiempo apremia y empeora. Juan avanzaba primero. Al llegar al pie del corredor hacemos una pequeña parada para comer unos frutos secos, reunirnos y comentar cómo vamos a entrar al canuto.


Álvaro en los primeros metros del corredor.

La primera parte del canuto es la más empinada y delicada. Tiene casi 50 grados de inclinación.

Álvaro en el corredor.

Una vez encajonados entre las paredes del canuto el viento nos da una tregua, no por que cesara, si no por que no era capáz de encontrar la entrada del canuto. Si la hubiera encontrado, otro gallo hubiera cantado.

El segundo tercio del canuto tiene una inclinación de 45 grados y empieza a estrecharse un poco.


Últimos metros del corredor.

La parte superior es la de menos inclinación, en torno a los 40 grados. Para cuando llegamos a este punto el cansancio y el frío ya habían hecho mella en nuestros cuerpos, pero nuestro ánimo seguía intacto.

Al terminar el canuto llegamos a una afilada arista de nieve que nos deja mirando de frente a la vertiente sur de la sierra. Ahora tenemos que buscar la vía de escalada en roca que nos separa de la cumbre: la Fidel Ferro. Según todas las reseñas, para encontrarla tenemos que atravesar una cornisa estrecha pero sin ninguna complicación. La realidad es bien distinta, lo que nos encontramos es una travesía muy expuesta sobre una placa de hielo. Son 15 metros escasos con una inclinación por encima de los 50 grados y como decíamos, bastante comprometida.

Alvaro pasa primero la travesía y Juan le sigue.

Es uno de los pasos más delicados que nos hemos encontrado. El tiempo empeora y decidimos no protegerlo para llegar cuanto antes a la Fidel Ferro. Más tarde, repasando cómo habiamos acometido la ascensión, pensamos que hubiera sido mejor protegerlo.

Después de pasar la travesía, llegamos a la Fidel Ferro: 60 metros de escalada en roca con una dificultad que depende en gran medida de las condiciones.

Al pie de la vía nos equipamos. En esta ocasión Juan va de primero. La primera parte resulta sencilla, después el terreno se vuelve menos vertical hasta llegar a los últimos 25 metros, donde se concentran las mayores dificultades de la vía. 


Juan en la reunión.
Álvaro escalando los últimos metros de la Fidel Ferro.

Montamos una reunión en la reja que hay justo debajo de la cumbre. Allí nos encontramos. 


Reunión.


Sólo unos metros nos separan de la cumbre. 
Cuando por fin llegamos, el viento se reúne con nosotros, pero ni el viento, ni el frío, ni las nubes amenazantes, ni el cansancio podían con nosotros. Eramos felices, la alegría no se veía, se tocaba. Nada podía privarnos de nuestro momento. En esa cumbre nuestra sonrisa era la protagonista.

Era una actividad que desde hacía mucho tiempo teniamos en mente, fue increible hacerla y hacerla en un día donde el compromiso y la concentración tenían que estar a sus máximos niveles.

La cumbre y la sierra eran nuestras, nadie ese día subió y la estación de esquí estaba cerrada, así que estábamos solos con la montaña.


Juan en la cumbre del Veleta,

Álvaro en la cumbre del Veleta,

Después de las fotos de rigor y recoger el material que no necesitábamos para el descenso, comenzamos a bajar.

La bajada fue muy bonita, estábamos muy contentos, bromeabamos, cantabamos en voz alta, nos tirabamos en la nieve como niños y hasta cuando nos enterrábamos en nieve blanda hasta la rodilla, nosotros nos lo tomábamos con humor. 

Sobre las 6 de la tarde llegamos a la furgo. Fuimos a por un colacao caliente y nos volvimos a casa. Felices.

Así que... ese día buscamos la felicidad y la encontramos en el Veleta, justo después de abandonar nuestra zona de confort. 

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